Un día está lleno de vida, y al siguiente está lleno de canas

Resumen

Un día los que estamos llenos de vida llegaremos a estar llenos de canas, así que fijemos nuestra mirada en el Señor Jesús.

— Lectura bíblica recomendada: Eclesiastés 12:1-8

Introducción

I. La gente suele vivir como si la fuerza y el vigor que tiene nunca se acabarán.

II. Cuando más viajamos en la vida, esta ilusión llega a ser más aparente y comenzamos a ver la realidad.

III. La clave en la vida es reconocer este hecho antes de que llegue, y por ende prepararnos adecuadamente.

Exposición

I. El engaño de nuestra fuerza.

A. Es natural querer negar nuestra mortalidad y fragilidad.

B. La perspectiva errónea de que nuestra fuerza no llegará a su fin tiene el potencial de engañarnos y prevenir nuestra preparación para la eternidad.

II. La brevedad y la fragilidad de la vida.

A. La solución para el problema de la arrogancia anterior es reconocer y aceptar la realidad bíblica de la brevedad y la fragilidad de la vida.

B. Isaías escribió (y Pedro luego hizo referencia a tal escrito) que «toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, […] mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre» (40:6-8; 1 Pedro 1:24-25).

C. Santiago describió la vida humana como neblina (Santiago 4:13-14).

D. En Salmos 90:10, Moisés abordó este tema con la realidad solemne de que la vida es corta (setenta u ochenta años) y frecuentemente difícil.

III. El enfoque adecuado en la vida.

A. Afortunadamente, este asunto tiene solución.

B. La solución de Moisés fue aprender a «contar» nuestros días (Salmos 90:12).

C. Santiago instó a sus lectores a considerar a Dios en los planes (4:15-16).

D. Cuando Salomón concluyó su escrito sobre la vanidad de las búsquedas carnales, instó a sus lectores a recordar a su Creador «en los días de [la] juventud» (Eclesiastés 12:1 et seq.).

E. Él aprendió que el todo del hombre es temer a Dios y guardar Sus mandamientos (Eclesiastés 12:13).

Conclusión

I. Sin importar cuánto tratemos, no podemos evitar el deterioro de nuestro cuerpo físico.

II. Antes que los que estemos llenos de vida lleguemos a estar llenos de canas, fijemos nuestra mirada en el cielo (Colosenses 3:1 et seq.).