«¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?»

Resumen

El sonido del «clarín» demanda que todos los cristianos asuman la responsabilidad solemne de predicar el Evangelio.

Considere la pregunta de Pablo: «¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?». Frecuentemente se dice: «Dios tuvo solamente un Hijo, y Él era predicador». Jesús creía en la importancia de la predicación. Él dijo a Sus apóstoles: «Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado» (Lucas 4:43). Debemos entender el rol del mensajero en la salvación del hombre. La predicación es la responsabilidad de cada cristiano (cf. Hechos 8:4).

Un ángel estuvo involucrado en la conversación del eunuco y Cornelio, pero él no predicó el mensaje del perdón (Hechos 8:26; 10:3). Incluso el Espíritu Santo estuvo involucrado en ambas conversiones, pero Él tampoco predicó el mensaje del perdón directamente; predicar el mensaje es una responsabilidad humana. Pablo sintió la gran responsabilidad de predicar (1 Corintios 9:16). Sintió tal compulsión moral que predicó constantemente la Palabra (Romanos 1:14). Nosotros debemos predicar, sea que la gente escuche o no (Ezequiel 2:7).

Pablo escribió en 2 Corintios 4:13: «nosotros también creemos, por lo cual también hablamos». El amor de Cristo en el corazón del cristiano lo impulsa a compartir lo que cree (2 Corintios 5:14).

La palabra original griega que se traduce como «predicador» es kerux, y hace referencia a un heraldo. Era alguien comisionado por una autoridad superior para anunciar o proclamar alguna noticia importante. Por ende, estaba bajo la autoridad de alguien más y no tenía libertad de alterar el mensaje. Como cristianos, debemos proclamar el mensaje que hemos recibido por autoridad del que nos envía; debemos entender que no tenemos el derecho de alterar los términos de la salvación.

De la misma manera que el maestro debe tener cuidado de lo que enseña, el oyente debe tener cuidado de lo que oye. Jesús enseñó solamente lo que fue autorizado por Dios, y solamente esto es lo que el oyente debe obedecer (Juan 8:28; 14:10, 24).

Los escritores del Nuevo Testamento no escribieron según su propio conocimiento y sabiduría (1 Corintios 2:12-13). Las Escrituras no fueron de ellos, sino del Padre (2 Pedro 1:20-21). Pablo escribió a Timoteo: «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina» (1 Timoteo 4:16).

Por tanto, el sonido del «clarín» demanda que todos los cristianos procuren predicar a los perdidos: «¡Prediquen la Palabra!». Si no está en la Palabra, entonces no la prediquen (cf. Hechos 20:27). Debemos predicar la Palabra con convicción, humildad y valor.

Cuando observamos a la población mundial, tal vez pensamos como Andrés: «¿qué es esto para tantos?» (Juan 6:9). La respuesta para el evangelismo y el trabajo misionero es: un alma a la vez.

Un hombre caminaba por la playa con su nieto. El niño recogía cada estrella de mar que veía en el camino y la ponía nuevamente en el agua. Él decía cada vez que hacía esto: «Si la dejo aquí, se secará y morirá. Estoy salvando su vida». Su abuelo objetó: «Pero hijo, la playa se extiende por kilómetros, y hay demasiadas estrellas de mar. Lo que haces no marca ninguna diferencia». El niño miró a la estrella de mar en sus manos, la puso en el agua y dijo: «Pero marca la diferencia para ella».

  • Los niños necesitan oír el mensaje; usted debe enseñarles.

  • Los adolescentes necesitan oír el mensaje; usted debe enseñarles.

  • Los sordos necesitan «oír» el mensaje; usted debe enseñarles.

  • Los padres jóvenes necesitan oír el mensaje; usted debe enseñarles.

  • Todos necesitan oír el mensaje; usted debe enseñarles.

«¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14).