¿Qué debo hacer para ser salvo? Un estudio de Hechos 2:38

Resumen

Los destinos son serios: la eternidad con Dios en el cielo, o la eternidad con Satanás en el infierno. ¿Qué debe hacer?

En el domingo del Pentecostés de 33 d. C., la iglesia comenzó en Jerusalén con algo de tres mil miembros (Hechos 2:41).

Una comparación de la Gran comisión

Justo antes de regresar al cielo, Jesús dio la Gran comisión: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16:15-16). Esta es una vista preliminar de Hechos 2.

Marcos 16:15 es la orden de avance de los discípulos; Hechos 2 es el comienzo de ese avance. Jerusalén fue la primera escala en el recorrido mundial de los apóstoles. Marcos 16 fue el sonido de la trompeta para que el Evangelio fuera a toda la tierra. Hechos 2 abrió las puertas de la gracia de Dios al mundo. Marcos 16:16 ofreció salvación a toda criatura. Hechos 2:41 registró la salvación de tres mil almas.

La comparación de Marcos 16:15-16 y Hechos 2 muestra armonía completa.

  • «todo el mundo»: «todas las naciones bajo el cielo» (Hechos 2:5).

  • «predicad el evangelio»: «Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz» (Hechos 2:14).

  • «toda criatura»: «cada uno les oía» (Hechos 2:6).

  • «El que creyere»: «se compungieron de corazón» (Hechos 2:37).

  • «fuere bautizado»: «fueron bautizados» (Hechos 2:41).

  • «será salvo»: «para perdón de los pecados» (Hechos 2:38).

  • «el que no creyere, será condenado»: «otros, burlándose…» (Hechos 2:13).

El comienzo divino

La Deidad dio origen a la salvación en los dos pasajes. Marcos registra el mandamiento de Jesús: «Predicad». Lucas registra que el Espíritu dio el mensaje a los apóstoles. Este fue el día del Señor, grande y manifiesto (Hechos 2:20). El interés divino en la salvación humana no terminó en el Pentecostés. El Espíritu persuade a todo pecador hoy, constriñendo los corazones con Su espada (Efesios 6:17). Actualmente Jesús añade a la gente a Su iglesia (Hechos 2:47). Dios asiste a toda reunión de Su pueblo, toda semana y por todo el mundo (vea Juan 4:24).

Ya que la salvación se centra en Él, el bautismo es «en el nombre de Jesucristo» (Hechos 2:38; cf. 4:13, Filipenses 2:5). Él es el «Cristo», el Ungido de Dios, enviado del cielo para salvar a los perdidos (Mateo 1:21; Lucas 19:10). ¿Qué significa «salvar» a la gente? «Salvar» es un verbo presente que significa «rescatar del peligro». Se emplea tres veces en Hechos 2 (vss. 21, 40, 47), doce veces en todo Hechos (4:12; 11:14; 15:1, 11; 16:30-31; 27:20, 31, 43) y algo de trecientas veces en toda la Escritura. El sustantivo «salvación» significa el «estado de ser libertado». Hechos lo emplea cinco veces (4:12; 13:26, 47; 16:17; 28:28). Todo pecador no rescatado por Jesús se perderá.

Jesús salva a las almas (Mateo 16:26) del fuego eterno (Mateo 25:41, 46; 1 Pedro 1:3-5; Apocalipsis 21:27). El pecado (no Dios) los envía a tal lugar (2 Tesalonicenses 1:8-10). La sangre de Jesús redime (paga la deuda) a los pecadores (Efesios 1:7; cf. 2:13). Los pecadores son rescatados de la condenación y contaminación del pecado.

Se usa la palabra «salvación» (soteria) en tres sentidos: un comienzo, un proceso y una conclusión. Fuimos salvos (Romanos 8:24), somos salvos (1 Corintios 1:18; 15:2) y seremos salvos (Romanos 10:9, 13). Para los cristianos, la salvación es un estado presente que se disfruta debido a una decisión pasada que se ha realizado con la expectativa de un mejor futuro. Ya que la salvación no es un estado fijo (2 Pedro 2:20-22), los santos evitan los lazos de Satanás cada día (1 Timoteo 3:6; 6:9-10; 2 Timoteo 2:26) y permanecen en el refugio seguro del arca de la iglesia (Hebreos 6:18; Efesios 1:3; Colosenses 1:13-18).

El alcance universal

Hechos 2 muestra la necesidad universal de salvación. El alma que peca, muere (Ezequiel 18:20), y toda persona peca (Romanos 3:23). Nada que esté muerto puede llegar al cielo, pues allí no hay muerte (Juan 8:21, 24, 34; Apocalipsis 20:11-15; 21:21-27; 22:14-15).

El avance del Evangelio comenzó en el lugar en que los discípulos estaban (Hechos 1:8). Dios planeó muy bien la inauguración de la iglesia (Gálatas 4:4-5). Él trajo judíos y prosélitos devotos de toda nación bajo el cielo a Jerusalén para que escucharan el sermón del Evangelio (Hechos 2:5). Dieciséis naciones, de un radio de mil cuatrocientas millas, que hablaban probablemente doce lenguajes, estuvieron representadas allí: Partos, medos, elamitas, los de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, romanos, cretenses y árabes (2:6-11). Luego, ellos llevaron el Evangelio, la iglesia y el cristianismo de regreso a tales lugares, en sus propios idiomas.

Después, Pablo llevó el Evangelio de Jesús incluso más lejos (a hombres, mujeres, esclavos, amos, ricos y pobres, plebeyos y nobles, amigos y enemigos), por todo el imperio (Hechos 13-28).

La divulgación humana

Antes de Su ascensión, Jesús mandó a Sus apóstoles a enseñar al mundo el camino de salvación (Mateo 28:18-20). En el día de inauguración, envió al Consolador para guiarlos (Juan 16:13; Romanos 1:16; 2 Timoteo 3:16). En el Pentecostés, Pedro fue el vocero principal, pero todos los doce hablaron en lenguajes diferentes, y suponemos que predicaron el mismo sermón.

El primer paso de la salvación es el reconocimiento del pecado. Un día Dios acusará de pecado al hombre en Su corte (Romanos 3:9; 5:12). Sus decisiones serán justas; nadie será condenado falsamente o podrá ocultar su crimen (Hechos 17:31). Si no entendemos que nos presentaremos en la corte divina como pecadores rebeldes, no sentiremos la necesidad de buscar salvación.

¿A quién le debería preocupar el Juicio? Solamente a aquellos que pecan. ¿De qué pecado estamos hablando? Del quebrantamiento de cualquier mandamiento; el orgullo, la violencia, la mentira, la lascivia, la ebriedad, el odio, el chisme, la fornicación, la envidia, la codicia, la trampa, la blasfemia, la falta de amor a Dios, el hurto o la irreligiosidad relega a cualquier persona como infractor (Santiago 2:10; Mateo 5-7; Romanos 1:18-32; 1 Corintios 6:9-11; Gálatas 5:19-21). El pecado ha sido el problema humano desde que Adán y Eva usaron incorrectamente su libre albedrío (Génesis 3:6). Todos pecamos muchas veces (1 Juan 1:8), así que todos necesitamos salvación.

El que entiende esto no necesita mucha persuasión para llegar a ser cristiano (Filipenses 2:12). Angelo Patri dijo: «La educación consiste en el temor de lo que es correcto» (vea Deuteronomio 4:24; Salmos 33:8). Un hombre que se ahoga no necesita ser convencido de tomar un salvavidas. Cuando los pecadores en Hechos aprendieron que estaban perdidos, buscaron rescate.

  • En el Pentecostés, preguntaron: «¿qué haremos?» (2:37).

  • El etíope preguntó: «Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?» (8:36).

  • Saulo preguntó en cuanto a lo que el Señor quería que hiciera (9:6).

  • El carcelero preguntó: «¿qué debo hacer para ser salvo?» (16:30).

La responsabilidad personal

Tal día hubo tres mil conversiones individuales, no una conversión de tres mil personas. El proceso comenzó con la instrucción (2:14, 41), continuó con la aceptación de la evidencia (la fe), y terminó con la sumisión de la voluntad (el arrepentimiento y el bautismo) [Hechos 2:38; cf. Isaías 1:18; Romanos 10:17; 12:2; Juan 5:24-25; 6:44-45; 8:32]. Todas las conversiones siguen este patrón (Hechos 8:5-6, 12; 9:4, 18; 10:34, 48; 16:13-15, 32-34; 18:8; 19:2-5).

Primero, Jesús dijo que se creyera. La fe en la deidad de Jesús es esencial en el cristianismo (Hechos 8:12; 9:4-6; 10:43; 13:12, 48; Juan 8:21-24; 12:42-43; Hebreos 11:6). La fe que salva implica entender los hechos del nacimiento, el carácter impecable, las enseñanzas, los milagros, la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús. Para que otros tengan conocimiento de tal creencia, la persona debe confesar a Jesús como Hijo de Dios. Cuando Felipe dijo: «Si crees de todo corazón, bien puedes», el etíope respondió: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios» (Hechos 8:37). La creencia es confianza.

Segundo, el Espíritu mandó el arrepentimiento (Lucas 13:3, 5; Hechos 2:38; 11:18; 16:33; 17:30-31; 2 Pedro 3:9). La contemplación de la bondad de Dios y del Juicio venidero, y la tristeza piadosa (2 Corintios 7:10), guían al cambio de mente que produce reformación de vida (Mateo 3:8; Romanos 2:4). El sermón de Pedro impactó los corazones de los oyentes y los convenció de que eran pecadores (Hechos 2:37). Su obediencia demostró su fe (2:41).

Tercero, Jesús mandó el bautismo. El bautismo fue la manera en que los pecadores invocaron el nombre del Señor (Hechos 2:20-21; cf. 22:16). Esto dio como resultado la recepción del don del Espíritu Santo (2:38), gozo y cambio de vida (2:46-47).

Definición. La palabra «bautizar» es una transliteración del griego que significa «cubrir o sumergir». Los bautismos del Nuevo Testamento siempre fueron inmersiones completas del cuerpo (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Juan practicó la inmersión (Juan 3:23), como también lo hicieron los predicadores inspirados (Hechos 8:37-39). El simbolismo del bautismo requiere un cubrimiento que ilustra la sepultura y resurrección de Jesús (Romanos 6:4; 1 Pedro 3:21).

Propósito. En Hechos, cuando alguien preguntaba en cuanto a la manera de ser salvo, el bautismo siempre era parte de la respuesta (Hechos 8:12, 38; 10:48; 16:15; 18:8). En el Pentecostés, se instruyó a los que preguntaron en cuanto a la salvación que se arrepintieran y bautizaran para la remisión de sus pecados (2:38). Por ende, el bautismo es esencial para el perdón. Dos veces el libro de Hechos conecta el «deber» con el bautismo. Jesús dijo a Saulo que alguien le diría lo que debía hacer para ser salvo (9:6). Ananías le dijo: «Levántate y bautízate, y lava tus pecados» (22:16; cf. 9:18). El carcelero preguntó lo que debía hacer para ser salvo (16:30); los misioneros le instruyeron a ser bautizado (16:33).

Logística. ¿Cómo pudieron tres mil personas ser bautizadas en un solo día? Algunos proponen la idea del rociamiento, argumentando que tres mil inmersiones son imposibles. Esto revela ignorancia en cuanto a la organización de Jerusalén, la cultura judía, la ocasión y la enseñanza de la Biblia.

En cuanto al tiempo, hubo suficiente. El sermón de Pedro comenzó a las 9:00 a. m. Suponiendo que duró una hora, según el horario judío quedaban ocho horas (Juan 11:9). Si solamente se hubiera contado con doce administradores, se hubiera tenido dos minutos por bautismo. Pero un bautismo toma menos de un minuto, especialmente si todos hubieran realizado la confesión a la vez. Tres mil bautismos no hubieran requerido ningún apuro.

En cuanto al lugar, había suficiente agua en Jerusalén.

  • Los estanques de Betesda y Siloé (ahora la Fuente de la Virgen) eran lo suficientemente grandes para permitir múltiples bautismos a la vez (vea Juan 5:7; 9:7). También había un estanque en la Fortaleza Antonia.

  • Varias casas tenían estanques de purificación por inmersión, en casos de varias contaminaciones. Esto era tan común que la excavación de cisternas era una profesión.

En cuanto a los administradores, había suficientes. Si solamente los apóstoles hubieran bautizado, cada uno hubiera tenido un grupo de doscientas cincuenta personas. Al usar doce lugares, se pudiera haber bautizado a tres mil en un solo día. Varios pudieran haber sido sumergidos en un solo lugar a la vez.

Sin embargo, es improbable que solamente los apóstoles hubieran bautizado. Los setenta discípulos (Lucas 10:1) pudieran haber bautizado, reduciendo el número a treinta y siete bautismos cada uno. Los ciento veinte (Hechos 1:15) hubieran ayudado, utilizando tres estanques o cisternas, y completando el trabajo sin fatiga. Además, los que iban siendo bautizados pudieran haber bautizado a otros. Esto hubiera reducido el número y el tiempo.

Resultado. Jesús usó el bautismo para salvar a estos pecadores y añadirlos a Su iglesia (Hechos 2:47; Gálatas 3:27). El bautismo es la puerta de la iglesia (Gálatas 3:27). Es lógico que alguien sea salvo y añadido a la iglesia al mismo tiempo ya que la iglesia está compuesta de los salvos (Hechos 2:47). Solamente los que obedecen llegan a ser ciudadanos del reino.

El destino eterno

Algunos comenzaron el día burlándose de los predicadores (Hechos 2:13) y terminaron rechazando al Salvador. Aunque tres mil personas fueron bautizadas, probablemente fueron la minoría de la audiencia. ¿Cuántos estuvieron presentes en la «multitud» que atestiguó estos eventos (2:6)? Algo de cien mil personas vivían en Jerusalén en tal tiempo, y grandes multitudes (tal vez cincuenta mil o más) de todo el Imperio romano venían al templo para las fiestas judías. Con doce predicadores, la asamblea debe haberse expandido a una gran área. Se puede decir con seguridad que los que rechazaron el Evangelio fueron más que los que lo aceptaron.

¡Qué gran oportunidad tuvieron estos judíos! Al estar presentes en el día que se había anunciado por siglos (Isaías 2; Daniel 2; Miqueas 4), ellos atestiguaron el poder del Espíritu Santo que se derramó del cielo (la manifestación) y oyeron el sermón del cual se habla más en la historia eclesiástica (la proclamación). Ellos estuvieron presentes cuando la iglesia comenzó. Se les ofreció perdón y comunión, salvación y seguridad, esperanza y el cielo.

¿Qué hicieron? Algunos regresaron a casa sin ser transformados. Regresaron a sus pecados y pesares, vanidades y vaciedades, tradiciones y tentaciones, y por último, a su condenación y separación. Jesús dijo que el que no cree «será condenado» (Marcos 16:16).

Los destinos son serios: la eternidad dichosa con Dios en el cielo, o la eternidad de fuego con Satanás en el infierno (Lucas 16:19-31). El Espíritu, en misericordia, intercede; Jesús, en amor, espera.