Cuando recuerdo la cruz de Cristo, puedo ver los siete enunciados del Salvador (1)

Resumen

Determinemos evitar el crimen más grande, admitamos la necesidad más grande, y aferrémonos a la esperanza más grande.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34).

Este primer enunciado revela tres superlativos del ruego del Cristo crucificado. Considerémoslos en orden inverso:

  1. El crimen más grande del hombre: la ignorancia. Jesús dijo: «no saben lo que hacen». Usted puede pensar en todos los pecados atroces que causaron la crucifixión: el odio, el orgullo, la violencia, etc., pero en el fondo, la ignorancia incluye a todos. Pues ¿qué es el pecado si no la ignorancia de la ley de Dios? (cf. 1 Corintios 14:38; Santiago 4:17). Los romanos crucificaron a Jesús porque ignoraban que Él era el Mesías; los judíos sabían que Jesús era inocente y debían haber sabido que era el Mesías, pero todavía ignoraron sus conciencias y la Escritura (Hechos 13:26-29). La ignorancia todavía es el pecado principal del hombre; pecamos porque ignoramos voluntaria, o involuntariamente, la ley de Dios.

  2. La necesidad más grande del hombre: el perdón. Jesús dijo: «perdónalos». Sin el perdón, el hombre estaría perdido hoy, estaría perdido mañana, y estaría perdido por siempre. Desde luego, esto no fue perdón automático; no fue salvación incondicional. Jesús realmente estaba rogando para que el juicio implacable e irrevocable del Cielo no cayera sobre ellos (cf. Mateo 27:24-25), sino que las puertas del perdón quedaran abiertas para que ellos entraran, si así lo deseaban. El perdón no solamente era la necesidad de los líderes judíos o los ejecutores romanos, sino también la de los espectadores indiferentes y los discípulos atemorizados. El perdón también es nuestra necesidad.

  3. La esperanza más grande del hombre: el Padre. Jesús dijo: «Padre», y con esta palabra única abrió las puertas de la esperanza. La salvación comienza con el Padre: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Jesús vino al mundo para hacer la voluntad del Padre (Juan 4:34), revelar al Padre al mundo (Juan 1:18), y señalar al mundo el camino al Padre (Juan 14:6). Ya que Jesús cumplió la voluntad del Padre en la cruz, y desde allí rogó al Padre a favor de los transgresores (Isaías 53:12), entonces nosotros, quienes también éramos enemigos de Dios (cf. Romanos 5:10), podemos alzar nuestras voces al cielo y rogar: «Padre nuestro […], perdónanos nuestras deudas» (Mateo 6:9-12).

Mientras recordamos la cruz de Cristo, determinemos evitar el crimen más grande, admitamos nuestra necesidad más grande, y aferrémonos a la esperanza más grande.