De pecador a santo: El sometimiento humilde al nuevo Amo

Resumen

Frecuentemente nos enfocamos en los síntomas de la enfermedad, pero si humillamos nuestro corazón, seremos curados.

— Lectura bíblica recomendada: Santiago 4:1-10

Introducción

I. Habiendo desarraigado la ignorancia, el orgullo y los estándares defectuosos, el alma iluminada está preparada para someterse humildemente a su nuevo Amo (Mateo 6:24; Romanos 6:15-23).

II. La humildad es una actitud necesaria para la conversión inicial y la fidelidad continua.

III. Santiago 4:1-10 revela la batalla espiritual por el control de nuestras almas.

Exposición

I. La batalla dentro de nosotros (4:1-5).

A. Aunque este pasaje aborda los conflictos entre hermanos, los principios son universales.

B. Nuestra batalla interna con el pecado es un asunto de lealtad, sea ante la justicia o la injusticia (Romanos 6:15-20; cf. Juan 8:34; 2 Pedro 2:19).

C. Santiago evocó la imagen de Israel como la esposa adúltera de Dios y el deseo de Dios de restaurarla cuando habló de la amistad con el mundo (Oseas 1-3; Jeremías 3:8-11; Ezequiel 16).

II. El poder de la humildad (4:6-8a).

A. Santiago contrastó la gracia de Dios para los humildes (sumisos) con la oposición divina para los altivos (Salmos 138:6; Proverbios 3:34; Mateo 23:12; 1 Pedro 5:5).

B. Note lo que Dios ha hecho posible en Su gracia para aquellos que se humillan:

1. Satanás huye cuando lo resistimos y nos sometemos a Dios (Mateo 4:1-11).

2. Dios Se acerca a nosotros cuando nosotros nos acercamos a Él (cf. 2 Corintios 6:14-7:1).

III. La recompensa de la humildad (4:8b-10).

A. Con sus corazones ahora buscando a Dios, los pecadores pueden llegar a la limpieza de sus manos y la purificación de sus almas, y ver claramente el peligro de la mundanidad.

B. La recompensa inmensa de tal sumisión humilde es que el Creador del universo exaltará al humilde (Mateo 23:12; Lucas 14:11; 18:14; 1 Pedro 5:6).

Conclusión

I. El proceso de conversión de pecador a santo funciona de adentro hacia afuera.

II. Frecuentemente nos enfocamos en los síntomas de la enfermedad (las obras) en vez de la raíz de la enfermedad (el corazón entregado a los placeres).

III. Si humillamos nuestro corazón, seremos curados de la enfermedad, y los síntomas desaparecerán con ella.