¿Cuándo fue «la fe» entregada?

Resumen

Tenemos la fe en los escritos inspirados, pero esto no significa que tal fe no había sido dada anteriormente en otra forma.

Hace algún tiempo atrás, recibimos una pregunta muy interesante de uno de nuestros lectores. Es digna de atención por dos razones. Primero, muchos de nosotros tal vez nunca hemos escuchado la pregunta. (Yo he estado trabajando por más de veinte años en conexión con la enseñanza bíblica y nunca la había oído). Segundo, la respuesta es muy simple, aunque puede no parecer obvia al comienzo.

La pregunta es: «¿Cómo puede el libro de Judas ser parte de “la fe” (con referencia al conjunto completo de la enseñanza del Nuevo Testamento») si este mismo libro declara que la fe “ha sido una vez dada a los santos” (vs. 3)?». Si la fe ya había sido dada o entregada, entonces ¿cómo puede el escrito de Judas ser parte de esa misma fe? De manera similar, ¿cómo pudo Pedro declarar que «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas» por Dios (2 Pedro 1:3) si Pedro mismo estaba escribiendo después de que ya se habían provisto tales cosas?

La respuesta tiene que ver con el hecho de que el tiempo en que algo se registra no es necesariamente el mismo tiempo en que se «da» o «entrega». Durante el primer siglo, Dios inspiró a los apóstoles y varios profetas del Nuevo Testamento a entregar «la fe» a la iglesia naciente. Sin embargo, se predicó una gran parte de tal material mucho antes de que se registrara. Por ejemplo, Dios inspiró a Pedro y a los demás apóstoles a predicar el Evangelio en el día de Pentecostés después de la resurrección y ascensión de Jesús al cielo, pero no se registró tal sermón sino hasta treinta años después por medio del escritor inspirado Lucas. Ya que este es el caso, podemos entender que el material había sido entregado o dado a la iglesia antes de que se preservara en forma escrita por el Espíritu Santo en el libro de Hechos.

Este hecho es evidente en los libros de 2 Pedro y Judas, los dos libros bajo discusión. Ambos autores insistieron en que estaban haciendo recordar a sus lectores del contenido que ya estaba disponible. Por ejemplo, Pedro escribió: «yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente» (2 Pedro 1:12). Luego escribió en el mismo libro: «Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento» (3:1). Judas hizo algunos enunciados similares cuando escribió: «Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido» (vs. 5), y cuando añadió: «tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo» (vs. 17). Estos autores insistieron en que estaban haciendo recordar a sus lectores en cuanto a enseñanzas a las que habían tenido acceso previamente a la lectura de sus cartas.

Cuando nos detenemos a considerar la situación, podemos ver por qué esto tuvo que ser el caso. Jesús explicó que el Espíritu Santo ayudaría a los apóstoles a conocer lo que debían decir cuando se presentaran ante gobernantes (Mateo 10:19), pero nosotros solamente leemos unos pocos casos de tales mensajes en Hechos. Ciertamente, Mateo, Andrés, Tomás y otros apóstoles predicaron mensajes inspirados de los cuales no tenemos registro. Según 1 Corintios 14:31, aprendemos que ciertas personas en la iglesia en Corinto eran profetas, pero no tenemos registro de sus mensajes. El punto es este: Durante el primer siglo, el Espíritu Santo estuvo registrando «todas las cosas» (Juan 14:26), guiando a los escritores inspirados a «toda la verdad» (Juan 16:13), y dando a conocer «la fe» a la iglesia en varias formas. Aunque tenemos tal fe preservada en los escritos inspirados, esto no significa que tal fe no hubiera sido entregada anteriormente en alguna otra forma.