¿A Dónde Vamos Cuando Morimos?

Todas las culturas han mostrado interés en la vida después de la muerte. Los egipcios diseñaban pirámides para sus muertos. Los chinos construían tumbas inmensas para sus emperadores. Los vikingos vestían a los guerreros muertos y les ponían en botes ardientes que eran llevados por el viento. Los cruzados en la Edad Media creían que ganaban más vida favorable después de la muerte si morían en batalla, como también llegaron a creer los kamikazes japoneses tiempo después. Los indios norteamericanos sepultaban armas y herramientas con sus muertos, para que los usaran en los Felices Prados de Caza.

Los hombres también han temido a la muerte. El Rey Luis XV prohibió que sus siervos mencionaran la muerte en su presencia. Una superstición china sugería que mencionar la muerte la invitaba. Hoy la gente trata de ignorar la muerte o trata de posponerla tanto como sea posible. Woody Allen bromeó: “No es que tenga miedo a la muerte; simplemente no quiere estar allí cuando suceda”.

Pero nada en la vida es seguro. George Bernard Shaw observó que “las estadísticas en cuanto a la muerte son muy impresionantes—una de cada persona muere”. La Biblia dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). El enterrador que firmaba su correspondencia, “Finalmente suyo”, estuvo en lo cierto.

¿Qué dice la Biblia en cuanto al viaje del hombre hacia la eternidad?

La concepción: Dios une; el hombre comienza.

No podemos saber lo que pasa al hombre cuando muere a menos que sepamos lo que el hombre es cuando comienza. Génesis 1 muestra que los humanos difieren de todos los otros seres creados. El hombre es un ser trino; tiene un cuerpo, un alma (vida) y un espíritu (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). Los animales tienen cuerpo y vida, pero no espíritu eterno. Como John Piper señaló, “[l]o que separa al hombre de las ballenas y los delfines y chimpancés no es las mutaciones y los químicos, sino la personalidad a la imagen de Dios” (2012, p. 353).

Cada uno de los descendientes de Adán tiene dos dimensiones: una espiritual y una física. Dios hizo el cuerpo de Adán del polvo, pero eso no le hizo humano. Eso pasó cuando Dios le infundió con Su imagen y sopló en él un alma (Génesis 2:7; cf. 1:26-27; Mateo 10:28).

Ya que Dios es el Padre de todos los espíritus (Hebreos 12:9), la vida comienza para cada uno de nosotros cuando Él une a un alma con un cuerpo en la concepción (Salmos 139:14-16). El cuerpo es la parte que sostenemos con comida, aire y agua—esa parte que cesa, perece y muere (“Estudios Temáticos”, s.d.). Es un tabernáculo en el cual el alma vive por 70 u 80 años (2 Corintios 5:1; cf. Salmos 90:10)—un templo para el Espíritu (1 Corintios 6:19).

El alma es la parte que asemeja al hombre a Dios y que regresa a Dios en la muerte (Génesis 35:18; Lucas 23:46). El alma tiene una cualidad parecida al helio—asciende cuando se lo libera. Tiene una cualidad migratoria—regresa a su Amo.

Jesús dijo que si creemos en Él, no moriremos (Juan 11:26). Este es un pensamiento remarcable, ¿pero qué significa? Los cristianos terminan en cementerios como los ateos, budistas y judíos. Exploremos la próxima etapa de la existencia del hombre.

La muerte: el hombre se separa; Dios clasifica.

El hombre se separa. Según un punto de vista evolucionista, la muerte es el final. Los humanos simplemente dejan de existir. Ellos no sienten nada, no saben nada y son nada. Pero la muerte humana no es una extinción.

Según la perspectiva bíblica, la muerte es simplemente una transición de este mundo visible a uno invisible. La definición de la “muerte” es “el cuerpo sin espíritu” (Santiago 2:26). En la muerte, el alma se separa del cuerpo; luego “el polvo”—el cuerpo—vuelve “a la tierra, como era, y el espíritu [vuelve] a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). La parte biológica muere; la parte espiritual continúa.

Dios clasifica. Al momento de la muerte, Dios clasifica a la gente en dos grupos—los salvos y los perdidos. El relato del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) muestra que, después de la muerte:

  • Los muertos están todavía vivos. Ambos, Lázaro y el hombre rico, sobrevivieron a sus funerales.
  • La posición y condiciones terrenales ya no importan. El hombre rico ya no era rico; Lázaro ya no estaba enfermo. El rico era entonces un mendigo; Lázaro era entonces rico.
  • Los muertos ya no tienen un cuerpo. El hombre rico fue sepultado. Se dice que el hombre está “desnudo” en el estado intermedio—su alma está sin una “morada” (2 Corintios 5:1-8).
  • Los muertos están conscientes. Cuando el rico abrió sus ojos, tal vez se preguntó dónde estaba, pero con seguridad sabía que estaba. Podía ver, percibir, oír, sentir, reconocer, recordar, hablar y reflexionar. Abraham conversó con él. La Biblia nunca usa “dormir” con referencia al alma; solamente con referencia al cuerpo (cf. Juan 11:11).
  • Los muertos conservan sus identidades, personalidades y caracteres. Lázaro todavía era “Lázaro”, y el hombre rico todavía se consideraba como superior a él (“envía a Lázaro”). Él reconoció a Abraham y Lázaro (16:23-24). Algunos piensan que la muerte les cambiará en algo que no son. Piensan que pueden vivir como el rico y obtener la recompensa de Lázaro—morir en pecado, pero resucitar como santos. La muerte no altera el estado espiritual; solamente la sangre de Cristo puede hacerlo (Apocalipsis 1:5; Hechos 22:16; Efesios 1:7). El pecado nos separa de Dios y produce muerte espiritual (Isaías 59:2; Romanos 6:23), y solamente seguir a Jesús puede hacernos vivir nuevamente para ir al cielo (Juan 14:6; Hechos 4:12).
  • El hombre sabe si es salvo o si está perdido inmediatamente después de la muerte. El Día del Juicio dará la sentencia final, y revelará la razón por la cual alguien es salvo o no (2 Corintios 5:10; Eclesiastés 12:13-14).
  • Los justos muertos se unirán a los santos que les precedieron. Lázaro estaba con Abraham. Nosotros estaremos inmediatamente con nuestros familiares y amigos cristianos después de la muerte (cf. Apocalipsis 6:9-11).
  • El Más Allá contiene dos secciones: una de consuelo y otra de tormento. El “seno de Abraham” (o “paraíso”, Lucas 23:43) está lleno de gozo y consuelo. El tormento es un estado de sufrimiento personal (16:24-25). El hombre rico estuvo en llamas, tuvo sed, y rogó por ayuda.
  • El destino está fijado para siempre (16:22-31). La sima estaba “fijada”. El hombre rico no podía salir de allí, y Lázaro no podía ayudarle. La muerte marca una separación final de los salvos y los perdidos. Nada cambia una vez que la eternidad ha comenzado (sección adaptada de Johnson, s.d).

La resurrección: el hombre se reúne; Dios juzga.

El hombre se reúne. La muerte es tan necesaria para el progreso del hombre como romper el cascarón lo es para el polluelo o dejar el capullo lo es para la mariposa. Para vivir en un reino eterno, necesitamos un cuerpo espiritual (1 Corintios 15:50).

Aunque nuestros cuerpos finalmente regresan al polvo (Génesis 3:19), no se pierden completamente. La doctrina de la resurrección corporal es una marca del cristianismo. Dios dedicó un capítulo completo a este tema (1 Corintios 15; cf. Hechos 4:1-2), diciendo: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (15:22).

En el último día del mundo, cada sepulcro será abierto, y el mar entregará a sus muertos (Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:13). Los que estén vivos al regreso de Jesús serán “transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles” (1 Corintios 15:51-52). Nuestros cuerpos resucitados serán inmortales—nunca se deteriorarán, sufrirán daño, envejecerán, enfermarán o morirán (1 Corintios 15:42-55). El cuerpo de nuestra humillación será hecho como el cuerpo glorioso de Cristo (Filipenses 3:20-21). Jesús traerá a nuestros espíritus inmortales con Él para entrar en esos cuerpos resucitados (1 Tesalonicenses 3:13; 4:13-17).

Dios juzga. Juan describió la escena del juicio: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:12-15; cf. Mateo 25:31-33).

En el Juicio, la gracia de Dios recompensará a los cristianos por sus buenas obras (Mateo 10:41-42; 16:27), y la justicia de Dios castigará a los incrédulos por su pecado (Gálatas 5:21; 1 Corintios 6:9-10). Pablo explicó: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

La eternidad: Dios reina; el hombre vive.

Dios reina. Se puede resumir la eternidad con estas palabras: “[E]l Señor nuestro Dios Todopoderoso reina” (Apocalipsis 19:6).

El hombre vive. Solamente hay dos destinos en la eternidad: el cielo y el infierno. Hay tres cosas asociadas con la “resurrección de condenación” (Juan 5:29).

  • Fuego. En profundidad, es un bautismo; en reclusión, un horno; en duración, interminable; en tamaño, un lago (Mateo 3:11-12; 13:42; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 20:14).
  • Dolor. “Geenna” es un lugar donde el gusano no muere, una prisión sin descanso, un fuego que nunca se extingue, una región de oscuridad con llanto y crujir de dientes continuo (Mateo 8:12; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 14:11).
  • Vergüenza. Los impíos serán despertados “para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).

Naturalmente nosotros tememos tales pensamientos. Pero gracias a Dios, tenemos el privilegio inmenso de determinar dónde pasaremos la eternidad (Filipenses 2:12). Lo que pasa al alma en la muerte depende de lo que pasó con el alma antes de la muerte. Si fuimos lavados con la sangre de Jesús, no necesitamos temer la muerte (Apocalipsis 1:5; 7:14; Hechos 22:16; Hebreos 2:14-15). Pero debemos morir “en el Señor” para ser bendecidos en la muerte (Apocalipsis 14:12-13). Para morir en el Señor, debemos estar en el Señor. Pablo escribió: “[P]ues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:26-27). Dios no ajusta arbitrariamente nuestro destino; toda la “gente buena” no va necesariamente al cielo; la ciudadanía en un país avanzado no es sinónimo de la ciudadanía en el cielo. No despertamos accidentalmente en el cielo sin prepararnos para ir allá. Las decisiones determinan el destino.

El cielo producirá sanidad física y emocional completa (Apocalipsis 21:4). Nuestros cuerpos resucitados estarán libres de discapacidad, debilidad y enfermedad. Nuestras cicatrices emocionales serán removidas, y seremos libres de toda neurosis, complejos y síntomas de depresión. Iremos al cielo con el Señor para disfrutar, adorar, servir, regocijarnos, cantar y celebrar para siempre (1 Tesalonicenses 4:17). La Biblia describe el viaje al cielo como:

  • Un traslado angelical al gozo (Lucas 16:22).
  • Una llegada al paraíso (Lucas 23:43).
  • Un dormitar para levantarse en un lugar mejor (Juan 11:11-14).
  • Una mudanza de un tabernáculo a una mansión (2 Corintios 5:1; Juan 14:2).
  • Una ganancia de algo mejor que vivir (Filipenses 1:21,23).
  • Un abandono de la oscuridad para entrar a un lugar bien iluminado (Apocalipsis 22:5).
  • Un encuentro con nuestros familiares y amigos (Génesis 25:8).
  • Una liberación de la prisión (2 Corintios 5:2-4).
  • Un viaje largo a una tierra nueva (Mateo 7:13).
  • Un viaje a la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 3:12).
  • Una mudanza a una comunidad elegante (Eclesiastés 12:5).
  • Una entrada por las puertas de un mundo nuevo (Hebreos 11:14-16).
  • Un viaje a una patria mejor (Hebreos 11:14).
  • Una reunión con Cristo (Filipenses 1:21-24; 2 Corintios 5:6-8).
  • Un despertar del sueño para vivir con Jesús (1 Tesalonicenses 4:13-14; 5:9-11).
  • Un descanso de nuestros trabajos (Apocalipsis 14:13). (Algunos de estos puntos se encontraron en “Estudios Temáticos”, s.d.).

No es una sorpresa que la Biblia diga: “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmos 116:15). Dios recibe a Sus Hijos como un padre recibe a un hijo en sus brazos (Hechos 7:54-60). ¡Imagine eso!

Dios todavía está tomando reservaciones. Vaya a casa con nosotros.

Referencia

“Estudios Temáticos” [“Topical Studies”] (sine data), Bible Study Tools, http://biblestudytools.com/bible-study/topical-studies/.

Johnson, Lowell (sine data), Bivocational, http://bivocational.org/BIVOS/SermonArchives/LowellJohnson/.

Piper, John (2012), Gracia Futura [Future Grace] (Colorado Springs, CO: Multnomah).